lunes, 11 de enero de 2010

¡¡¡Crecieron!!!: Soledad, Luciano Pereyra y Abel Pintos

Soledad, Luciano Pereyra y Abel Pintos usaron nuestros festivales para su transición de jóvenes a adultos. ¿Cómo se consagraron y cuál es su lugar en el mapa folklórico actual?

SOLEDAD. Ya es una señora casada y embarazada.

A  mediados de los años de 1990, el folklore joven estaba lejos de ser una etiqueta. Aún no era ese nicho que le permitió a la industria discográfica alcanzar niveles de ventas históricos. Antes de convertirse en estrellas, Soledad, Luciano Pereyra y Abel Pintos llegaron a nuestros festivales folklóricos como ternuritas incontenibles, dispuestos a patear las peñas o a capitalizar la oportunidad en el escenario central, al que llegaron por tener padrinos “pesados”.

Hoy parece natural que un programa los contemple, pero  sus apariciones fueron controversiales. Mientras el folklore se debatía entre respetar la tradición y poder armar un espectáculo convocante a partir de ese apego a la raíz, aparecieron estos niños-jóvenes con la bandera del ímpetu y padres dispuestos a abrirles paso como sea. Y sin querer queriendo, reinstalaron “la música tradicional” como opción ociosa. Claro, en ese contexto, el debate era si el fenómeno juvenil, fresco pero desideologizado, se había comido al folklore reflexivo de décadas anteriores.

El tifón
Soledad debutó en Cosquín en  1996. “Fue un viernes, el día que actuaban Cuti y Roberto. A ellos les pidieron permiso para que yo pudiera subir. Y me dejaron el espacio, nomás. Arranqué con Salteñita de los valles. Después me pidieron otra y aproveché para sacar el poncho, pese a que me lo habían prohibido”, recordó Sole. Vale enfocarse en eso de “saqué el poncho pese a que me lo habían prohibido”. A la estrella, hoy embarazada de su primer niño, nadie le ponía los puntos así como así.

Soledad llegó al Atahualpa Yupanqui por la insistencia de su padre mecánico. “Mi papá toca puertas desde que yo tenía 8 años. Así que estar en Cosquín a la expectativa era natural”, observa Soledad, quien, antes de pisar el escenario mayor en 1996, se curtió en las peñas dos años antes. Hoy, Soledad es una intérprete todo terreno que ha incursionado en varios nichos del entretenimiento. El folklore, en tanto, la tiene como una indiscutida.

Meteórico
El caso de Luciano Pereyra fue más meteórico. Grabó un disco sencillito en 1998 con padrinazgo de Horacio Guarany. Se llamó Amaneciendo y su nivel de ventas lo dejó en posición inmejorable para sacudir al Jesús María de 1999, en el que fue distinguido con el Premio Consagración. Todo pasó muy rápido para el joven de Luján, que por entonces tenía 17 años.

En el contexto de una industria que aún podía invertir en estrellas jóvenes, la pegada de Luciano lo llevó a experimentar con otros géneros al margen del folklore. Así fue como Pereyra se transformó levemente en un solista romántico y con un oído atento a músicas regionales de otros países de Latinoamérica.

Esa voz...
Abel Pintos apareció por Cosquín en la edición 1998, en el marco del show de León Gieco, su padrino. Dos canciones bastaron para que la audiencia quedara estupefacta por el alcance de su voz: Salamanqueando pa’ mí (de Raúl Carnota) y Cuando llegue el alba (Jorge Cafrune). Fue raro: un niño vibrando en un nivel propio de la adultez mientras el lugar común era apelar a un repertorio festivo y encender desde el “a ver esas palmitas”. Hoy, Abel sigue siendo un artista de bajo perfil que apela a repertorios sólidos. Y es popular de otra manera.

Las cifras
Potentes discos debut. Soledad vendió 800 mil copias de su Poncho al viento. Luciano, en un año, logró que Amaneciendo vendiera 260 mil copias. Abel, con un enfoque menos comercial, colocó 35 mil copias de Para cantar he nacido.

Actúan en los festivales. Soledad estará en Jesús María el 16/01, mientras que en Cosquín el 20/01. Luciano sólo se presentará en el Atahualpa Yupanqui el 27/01. Abel está programado en Jesús María para el 10/01 y en Cosquín para el 31/01.

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